31/1/11

Con P de Pasajeros

-A las 8pm como acordamos.
-Si claro, recuerda primero es el pago.
-Si, no hay problema.
-Listo, nos vemos.

Llego arreglada como me pediste, una tierna colegiala, con sus zapatos negros de correa, brillantes y coquetos, medias blancas que terminan más arriba de la rodilla y tienen un lindo detalle de encaje, falda corta, muy corta de tablones rosa, como para hacer más creíble la imagen de estudiante virginal, camisa larga a medio abotonar, cabello rizado atado con una sutil cola de caballo y un cintillo para cerrar la fetichista imagen de una mujer de 24 años jugando a la inocente de 15.

Abres la puerta y me miras absorto, mientras lo que me sorprende a mi es que no dejas de ver mi rostro y ni te percatas de mi ropa.

Me pides que me siente y yo aclaro mi garganta para dejarte saber que primero necesito el pago y me dices:

-Te pagaré el doble pero necesito algo.
-Acordamos algo pero puedo hacer una excepción
-Ok, Escúchame
-si, te escucho
-No, que me escuches, quiero que hoy me escuches.

De repente dejo de ser aquel objeto de lujuria, de deseo y paso a ser una psicóloga, una amiga, una hermana, un ser humano normal que no se esconde del día y sólo se pasea por las noches de habitación en habitación, gimiendo sin sentir y sintiendo sin querer.

Una hora, dos horas, me cuentas de tu infancia y de cómo nunca tuviste esa bicicleta que tanto querías, tu frustrada juventud porque la chica que amabas se fue con tu mejor amigo de aquel tiempo, como entraste a la universidad y luego de descargar tus iras y frustraciones sobre el colchón con toda mujer que se te cruzara y que te permitiera usarla para luego dejarla olvidada como aquel regalo de navidad que no te gustó, de como tu trabajo se ha vuelto aburrido y de lo solo que te sientes cuando llega la noche y no tienes quien te reciba.

-Me tengo que ir, se ha pasado mi tiempo.
-Gracias por escucharme.
-Adiós
-Buenas noches.

Mientras voy caminando fuera del hotel me doy cuenta que mi vida es un tanto más triste que la de aquel hombre, no tengo familia, no tuve una infancia grata, ni esa casa de muñecas que siempre quise, el chico que me gustaba en el colegio me dijo que no y en la universidad aprendí que vender tu cuerpo es la manera más cómoda de hacer dinero y de no dejarse llevar por sentimentalismos.

Sentí frío, me sentí miserable, triste vacía, sola, a punto de llorar, al borde de una crisis existencial, acompañada de esos temblores que te dan sin saber el porque, cuando de repente diviso unas luces, dos faroles llegando en la solitaria calle, sacudo mi cabeza, seco esas lágrimas frustradas que casi tocan mis mejillas y me digo, esa es la vida que el eligió y esta la que yo escogí.

Al final la vida es una cadena de decisiones del pasado y somos pasajeros de este tren que lo terminas manejando sin darte cuenta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario